Después del nacimiento de un bebé, el cuerpo de la mujer atraviesa un proceso de transformación conocido como puerperio. Una de las adaptaciones más importantes ocurre en el útero, el órgano que sostuvo al bebé durante el embarazo y que, tras el parto, comienza un proceso llamado involución uterina, mediante el cual recupera poco a poco su tamaño y estado previo a la gestación.
Durante el embarazo, el útero aumenta de tamaño de forma considerable: pasa de pesar aproximadamente 70 gramos a más de 1.000 gramos al final de la gestación. Su capacidad también se expande, ya que de contener apenas unos mililitros logra albergar al bebé, la placenta y el líquido amniótico. Tras el parto, este órgano comienza un proceso de contracción y reducción progresiva que dura varias semanas.
En los primeros días después del nacimiento, el útero se encuentra todavía a la altura del ombligo y se puede palpar con facilidad. Gracias a contracciones musculares intensas, llamadas también entuertos, va disminuyendo su tamaño. Estas contracciones suelen ser más notorias durante la lactancia, porque la succión del bebé estimula la liberación de oxitocina, hormona que favorece la contracción uterina y acelera la recuperación.
👉 Consejos útiles para favorecer la involución uterina incluyen: amamantar de manera frecuente, ya que la lactancia es el estímulo natural más eficaz; mantenerse bien hidratada; descansar lo suficiente en la medida de lo posible; y acudir a los controles médicos posparto. Además, evitar el uso de fajas sin supervisión médica es importante, pues en algunos casos pueden interferir con la correcta cicatrización o provocar incomodidad.
El sangrado posparto, conocido como loquios, es otro signo de la recuperación uterina. Este flujo vaginal elimina los restos de sangre, moco y tejido de la placenta. Suele durar entre 4 y 6 semanas, con una intensidad mayor en los primeros días que luego va disminuyendo. Es fundamental vigilar que no haya un sangrado excesivo, mal olor o fiebre, ya que estos pueden ser signos de una infección o complicaciones.
La mayoría de mujeres recupera el tamaño normal del útero en unas 4 a 6 semanas. En este tiempo, el órgano vuelve a pesar alrededor de 70-100 gramos y a ubicarse en la pelvis, sin poder palparse desde el abdomen. Sin embargo, el tiempo de recuperación puede variar según factores como el número de embarazos previos, el tipo de parto y la salud general de la madre.
Aunque la involución uterina es un proceso natural, algunas condiciones como los partos múltiples, los bebés de gran tamaño o la presencia de infecciones pueden retrasarla. Por eso, los controles médicos posparto son esenciales para verificar que todo evoluciona correctamente y que no haya complicaciones como la subinvolución uterina, en la que el órgano tarda más en reducirse.
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